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Ser maestro de escuela pública en la actualidad es un
gran reto. Aunque por todos lados se escuchan el avances de la ciencia, la
técnica y el conocimiento, en nuestras escuelas (en su mayoría) hay una
lentitud y parsimonia al cambio. Los cambios son largos proceso cualitativos
que se evidencian en las nuevas etapas negando a las anteriores en un devenir
perpetuo. Sin embargo esto no ocurre en la educación nacional. Aún tenemos
atisbos de lentitud a los nuevos procesos de cambio. Será que tenemos que
esperar que las ideas de interioricen por completo y den fruto.
Estos cambios no siempre resultan mejores, hay que
considerar que no todo proceso desencadena algo positivo en su producto final. Para
estar seguros que el proceso está siendo bien condicionado hay que verificar
constantemente los avances si se quiere conducir un buen proceso. Hace falta
entonces que nuestras autoridades se hagan cargo no solo de una fracción (que
resulta significativa como experiencia), sino del todo. En este sentido la última
escuelita del ande que pervive con lo básico y esencial, hasta los COAR asentados
en las capitales de provincias. Desde los PRONOEI, hasta las aldeas infantiles.
Todos deben merecer el mismo trato.
La preocupación tiene que ser integral y que no
baste con buenas intenciones y mejoras del currículo, y que estos últimos no
sean políticas de gobierno y saludo a la bandera o mejor dicho un parche
caliente para el sistema que colapsa.
Constantemente nos estamos comparando con las
economías de los otros países, que es necesario, pero más necesario aun es la
inversión de la economía nacional en mejorar la calidad educativa, de atender
las necesidades de nuestras escuelas como ya dijimos sin miramientos ni
segregacionismos.
Se nos habla de un cambio de perspectiva en la
evaluación sin embargo, se nos evalúa con pruebas estandarizadas, pero esto no
es lo peor sino que aun no se ha comprendido la finalidad de este proceso.
Debería entonces obligarse a nuestros especialistas aplicar lo que se predica y
ser los primeros en someterse a una evaluación para la calidad de nuestros
aprendizajes.
Creo que en el Perú los cambios pueden y deben tener
lugar, pero debe ser pensando desde nuestra realidad como sí se viene haciendo.
Ahora toco seguir implementando las políticas que sean sostenibles en el tiempo
y viables. Que se desarrollen procesos de largo alcance y que no solo sea por
turnos de gobierno. Que no caiga en la incertidumbre de los inocentes que
merecen una educación para la vida. Una educación que permita cumplir un ciclo
y evaluar resultados. Que no se interrumpa la semilla cuando empieza a caer en
suelo fértil.
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