Ahora que
las vísceras nos devoran los campos
no hay
por qué temer a la muerte.
El
unicornio y su cuerno antiguo
nos
embrujó con su belleza… ¿lo advertiste.?
El mito
se bebió la sesera.
Las
sinagogas y las plazas gozarán su canto.
Y desde
el cañón el eco acabará
con tu
frágil tímpano de esperanza.
Hay otras
sombras que nos habitan,
se
multiplican con el secreto genético
de la
oveja que parió un lobo aberrante.
Las
guerras las jugamos en una mesa con soldaditos de plomo.
Al otro
lado Hiroshima, con cien mil años, jamás tendrá niños.
¡Huye!
Las sombras son siniestras danzantes,
pueden cortarte
la simiente con una cítara deicida.